Luego de meses en este maravilloso país, no sin sus desventuras, no sin sus afanes y sus gracias y consuelos acompañados de molestos dolores, me hacía falta su presencia. Ya las llamadas telefónicas significaban buen comienzo pero seguidas por fuertes discusiones y algunas colgadas de teléfono en el que la última vez nos dimos cuenta de que la lejanía física nos estaba alejando en todo aspecto, al fin me ha dicho “Pues que no hay otra alternativa-(y aquí sí he tiritado de angustia)- ¡Os iré a ver a Lima, y no me digas que no porque te necesito y tú a mí!” Y vaya que me ha vuelto el alma al cuerpo y el color a la cara cuando me ha dicho esto… “Sí- le dije- os necesito tanto…no sabes cuanto ¡si, ven!... sólo dime cuándo vienes y os espero” Y así volveríamos a tener nuestra segunda “primera cita”.
Bien, son las primeras fechas de octubre. Estaba en el aeropuerto, nervioso, ansioso, hacía tiempo no fumaba tanto pues había dejado de hacerlo, porque ya no tenía tiempo ni para eso, pero bien, miro el cartel de vuelos y el vuelo había arribado, estaba tan nervioso como nunca, no sabía cómo iba a ser todo, las ansias de verle y el deseo de estar con él hicieron de mi un mar de ansiedades... “¿cómo será todo?”…nada, le veo muy tranquilo venir por la puerta de arribo, algunos españoles, algunos no…tanta gente… y él en medio de ellos, buscándome con su mirada. Hasta que al fin me encuentra, como un chiquillo esperé me encontrase... “¡Cariño mío, al fin os veo!”…y ese abrazo fuerte y seguro que tanto me sedujo en un principio volvía a apoderarse de mi. No sabía qué decirle y de seguro él también, no se podía más, había tanta gente y algunos mirándonos como sabandijas extrañas, pero nada, no hacíamos caso, le llevé al coche, nos mirábamos y no dejábamos de hacerlo y al fin la boca se nos abrió y le dije “al fin aquí…al fin estás aquí”…”Si-me dijo- estoy aquí, ¡venga que ya podremos estar tranquilos!”, y así, por el camino, nos hemos ido comentando de los mensajes de conocidos, de los encargos de algunas amistades, hasta que al fin llegamos a casa.
Mi madre estaba de visita pero había ido a Arequipa con mi tío, mi primo en su apartamento nuevo…al fin y al cabo estábamos completamente solos. Toda la casa para nosotros. Hemos cenado, bebido algún vino traído de nuestra tierra…, hemos reído y hasta cantado, en fin, el cansancio nos venció, así es que había que irse a la cama porque el día siguiente iba a ser de gran recorrido. No quise que durmiera sólo, le pedí durmiera conmigo. Ya habiendo apagado la luz, tocó la noche clara como nunca por estos lados, había estrellas, todo era como la primera vez. Al caer yo a su lado tras acostarme nos quedamos mirando fijo y me ha dicho “¡Ven cariño que quiero abrazaros, necesito tenerte en mis brazos!” le abracé, él acariciaba mi espalda, mi rostro, mi cabello (que le fascina)…Yo sólo me dejaba…Y así estuvimos toda la noche, abrazados y hablando tantas cosas…cosas que nos habían ocurrido tanto a él en España como a mí aquí en Perú…tantas cosas sin saber de ambos…tantas cosas que debíamos saber. Al otro día, salimos, fuimos al cine, y de paso conocer algunos lugares históricos que queríamos ambos recorrer, y ese juego de ir por esos lugares donde nadie te ve para abrazarnos y besarnos, parecíamos adolescentes al ver los corredores vacíos del Museo de Arte …en los jardines maravillosos que tiene el museo colonial de Barranco… tomados-inconscientemente-de la mano al caminar entre los arcos del famoso Convento de San Francisco y al darnos cuenta soltarnos porque la guía nos miraba raro y cómo me protegía en las catacumbas porque me ha dado un poco de miedo… en fin, situaciones tan simpáticas… , luego encuentro con algún amigo que había llegado a Lima de vacaciones con sus amigos, y al fin la noche… ¡venga qué noche!...y ya sabréis qué puede haber sucedido…el resto de la semana…