Hola!
Fue una decisión fugaz, de esas que suceden en un segundo, aunque para haberla tomado tuve que pensar en las consecuencias de su posible toma, que pasaría si lo hacía, de qué me perdería si no aceptaba. Por un momento dejé de pensar y me dejé llevar por lo que observaba, como si la vida se encargara de ordenar todo para que este evento suceda, me di cuenta de que la decisión que tomaría sería precisamente esa, aceptar. Ya no habría marcha atrás.
Me bajé del colectivo rápidamente, le dije que estoy cerca a la plaza, gran utilidad la de hoy en día la de tener mensajes de texto para comunicarnos fácilmente. “En 10 minutos estoy ahí, carro negro con lunas oscuras”, respondió.
La espera fue breve, sentado en una de las bancas me puse a analizar lo rápido que había pasado todo esto, tan sólo hace unas horas había conocido a este extraño, y en unas pocas más estaríamos en un hospedaje haciendo el amor.
Apareció, tal como dijo, en diez minutos, bajó la luna y me hizo una señal indicándome por dónde debía entrar al auto. Estar dentro fue surreal, parecía una película, imaginaba que estaba dando inicio a una aventura, una aventura sexual con un desconocido que poco a poco fue haciéndose más y más cercano. La conversación fluyó como lo hizo cuando nos vimos en el boulevard a las siete de la noche.
Me decía que al día siguiente estaba partiendo para otra ciudad así que quería aprovechar su estadía por aquí mientras podía, yo le dije en broma que para mí será todo un placer sexual aprovechar eso juntos, nos reímos.
Entramos al hospedaje, observé las tenues luces de color verde y rojo combinadas con la oscuridad que predominaba en el ambiente, tal mezcla incitaban a la seducción, como una voz que susurra: “ven, entra, lo que pasa aquí, se queda aquí”. Yo ya había escuchado que ofrecían el servicio de privacidad si vas con auto. Esa noche lo comprobé.
Nadie supo que fueron dos hombres los que entraron a esa habitación, dos hombres que recién se conocían hace tan sólo unas cuantas horas, ¿pecado? No lo creo, poco a poco voy dejando los prejuicios y me permito vivir como soy, un ser humano capaz de amar, dar, recibir y entregarse.
Esa noche esperaba hacer el amor o simplemente lo más parecido a ello; extrañaba la tibieza y el calor de un cuerpo masculino a mi lado…
Dura fue la realidad, ya que mi compañero se negaba a cualquier muestra de afecto, no quería ni besos ni caricias, sólo quería que lo penetre y ya. Así de práctico, así de frío, así de rudo.
Y fue de esa manera, cumplí con sus deseos. No estuvo nada mal después de todo, traté de ser muy cuidadoso, pues según él, ésta era su primera vez. Al final el hecho resultó ser placentero, no obstante yo me sentía insatisfecho, incompleto, algo me faltaba.
Terminamos y nos pusimos a conversar, podría decir que este es el momento que más me agrada, cuando se consuma el acto y luego las palabras toman el rol principal en este escenario de cuatro perillas. Nos conocimos un poco más, hablamos de nuestras aventuras, nuestras vivencias, nuestras cosas personales. Hasta que tocó marcharnos, salimos del lugar, me dijo que me dejaría cerca de mi casa y así lo hizo. Continuamos con la conversación, me tocó bajar y nos dimos la mano. “fue un gusto, estamos en contacto, gracias”.
Las calles estaban silenciosas, ya eran cerca de las once de la noche, eran pocos los vehículos que pasaban, yo venía absorbiendo la experiencia que había vivido en esa noche, fue toda una aventura después de todo. Encontrarme con lo inesperado, ser sorprendido por los hechos en sí mismos. Es una de esas cosas que te pasan y te dan la sensación de que ocurrieron en segundos aunque realmente hayan sido horas.
Vivir experiencias, de eso se trata esta vida, de ellas se aprende, de ellas se vive.