Aquella noche...
Aquel día, habías estado distante, tú, en tu mesa, rodeado de un par de compañeros de la universidad, tu hermano y una botella de tequila que airoso me mostraste cuando te ofrecí una copa de lo que había llevado. Transcurrió aquella tarde sin sorpresas...una comida que comenzó tarde, un anfitrión por demás generoso y amable, algunos conocidos que llegaron mucho después de lo programado. Por alguna de esas cosas que tiene la vida, me sentía más cómodo entre nuestros compañeros del otro semestre, que entre los de nuestro propio grupo, y justo por eso, no habíamos coincidido en aquel evento, así fueal menos, hasta que cayó la noche, y los invitados decidieron comenzar a retirarse; terminé conversando contigo, en aquella mesa que ocupabas plácidamente desde que llegamos, sentado justo a tu lado, en una silla que tú amablemente arrimaste para que me sentara. Entonces, algo que me parece increíble ahora, ocurrió: tuvimos una charla amena, en la que hablábamos de todo y de nada, de aquellas cosas triviales cuya resolución definitiva se vuelve importante entre las copas. Justo en ese momento, me sentí alegre, de que estuvieras, de que a pesar de las innumerables protestas de tantos de nuestros compañeros, hubieras decidido ir,y más feliz me sentí, de que te sintieras relajado, tanto como para montar tu pierna sobre la mía, sin decir más, en un movimiento natural, y que en ese momento pasó desapercibido para mí.
Siempre he disfrutado pasar el tiempo contigo, y llegó a parecer luego que esos momentos se reducían a cuando ingeríamos alcohol en cantidades semi-industriales (más yo que tú, tengo que reconocer), pues aquel día no fue la excepción: cenamos algunos de esos tamales de color rosa mexicano que tanto te gustaron, y que ante tu amable petición yo te serví, y todo prosiguió en el alcohol que bebíamos, tú alegremente, y yo,tanto como me daba la gana... llegó un momento, en que las copas se multiplicaron, las botellas se vaciaban casi tan pronto como el anfitrión las ponía sobre la mesa, y estábamos ebrios...ya aquel lugar estaba casi vacío, se retiraron los invitados poco a poco, sin que tomara nota de quiénes, ni cuándo.
Entonces, tú preguntaste por cómo llegar al baño, a lo que más de alguno te dio instrucciones para hacerlo, sin embargo, no solo me pareció que en tu estado sería aquello toda una proeza, sino que además parecías,ante esa evidente dificultad, más que decidido a realizar dicha actividad frente a los presentes, por lo quetomándote del brazo te acompañé hasta el baño, llegamos y yo esperé en la puerta, entonces vociferaste algo así como: “ey, no mires!, no vaya a ser que te guste”, ante lo que soltamos ambos una pequeña carcajada. Terminaste, te volviste hacia la puerta donde esperaba, y te tomé del brazo para llevarte de regreso con el resto de los asistentes, pero, decididamente me preguntaste si llevaba alguna prisa, a lo que yo te respondí que no. Tomaste de mi mano el vaso que sostenía, y bebiste algo de su contenido, comenzamos una plática sobre no recuerdo que tema, y mientras caminábamos de regreso, surgió un tema, surgió “el tema”.
Te dije entonces, lo mal que me sentía, porque no entendía, porque no sabía qué hacía mal contigo, nos detuvimos entonces en la puerta de aquella finca, en la puerta que daba justo hacia el patio donde se había llevado a cabo la reunión, y tú dijiste: “sabes cuál es tu problema? Que no confías, que todo está bien...”,ante lo cual yo te pregunté, si no tenía razones para dudar...me dijiste en aquel momento que no, que estabas feliz, y que nunca en la vida habías sido tratado de ese modo por alguien, resumiste aquella sensación con un simple: pff!
Me preguntaste entonces, si es que aún sentía algo por ti, y yo te respondí, exaltado, que sí,me jalaste hacia ti, y me tomaste entre tus brazos, presionándome contra tu pecho... extrañado, te miré, y me presionaste contra tu pecho nuevamente, diciéndome que no entendías cómo podía yo enamorarme de ti, ya que en tus palabras: “no eras nadie”, en seguida,te respondí que para mí eras importante, dijiste que no podías corresponderme, que sentías lo mismo por mí, pero que simplemente no podías, que tenías miedo, de cómo cambiaría eso las cosas con tu novia, de cómo te verían tus amigos... yo te miré, y te pregunté si sabías por qué no me había aún declarado gay con mis papás, y era porque tú y yo habíamos tomado una distancia, que si estuviera contigo sería distinto, porque contigo me sentía fuerte, capaz de enfrentar eso y todo lo que viniera...entonces, te dije, que no te pedía que dejaras eso que tenías, que me quisieras así, que dieras lo que quisieras dar... me abrazaste contra tu pecho nuevamente, y escuché cómo me decías que ya no dijera nada, besándome suavemente la frente, me diste dos, tres besos, que sentí como lo más tierno del mundo, y luego, uno en la mejilla, y otro...eso hizo que la piel se me erizara, (debo confesar que yo jamás había sido besado por un hombre), entonces, decididamente, te correspondí, besando tu cuello, tú el mío, y luego comencé a besar y morder tu oreja derecha...aquella sensación era simplemente indescriptible, sentir tu cuerpo, delgado y caliente, pegado al mío, oler tu suave fragancia, y sentir tu piel con mis labios... entonces, fuimos más lejos, algo me dijiste que no entendí, pero mientras lo hacías, con tu pierna rozabas mi entrepierna, y yo, enloquecí, decidí entonces sentirte, y mis manos se fueron directo a tu trasero, que siempre me gustó... entre caricias, te echaste un momento para atrás, sin soltarme, ni yo a ti, me miraste a los ojos, me dijiste en un tono juguetón, que yo me aprovechaba “luego luego”, a lo que yo te respondí con una risa que sí, y te abracé otra vez... entonces, preguntaste que si tenía miedo, y me dijiste que no lo tuviera, ante lo cual, en un acto temerario, nuevo para mí, decidí agarrarte “el paquete”;nos seguimos abrazando, y lograste sacarme una risa más, cuando me dijiste: “sí, sí te la dejo caer”, con una seriedad que pienso yo, era un poco ceremonial, aunque parecía que intentabas tomar el papel de seductor. Meabrazaste nuevamente y te separaste un poco, me miraste fijo y sugeriste que te practicara sexo oral; con un poco de nervios dije que sí, pero no sería en aquel lugar (nos encontrábamos todavía en la puerta), me retaste, preguntando otra vez, si me daba miedo...te separé de mí, te tomé con firmeza del cinturón, localicé el cierre y tú, sólo sonreías; en aquel momento me detuve...yo quería, quería con todas mis ganas estar contigo, hacerte lo que habías solicitado, demostrarte que sé que no sólo de pan vive el hombre, y que yo te ofrecía algo más que pan...la verdad sí tenía miedo, miedo de que después te arrepintieras, que tu arrepentimiento se convirtiera en culpa, y eso en un odio insensato en tu contra, y también en la mía; pensé que sería injusto con ambos, porque aunque los dos estábamos ebrios, sabía que aquello sería más duro de tragar para ti que para mí, y me odiaría siempre por ello...
Entonces, te tambaleaste, y sosteniéndote para evitar que cayeras ayude a que te sentaras en las escalinatas de piedra donde nos encontrábamos, y me senté junto a ti...recuerdo que entonces te recargaste en mi hombro, y luego, en un gesto sugerente y dulce, me abrazaste las piernas...mi sorpresa volvió cuando sentí que me mordías el muslo derecho... te abracé, sentados ambos, y mirándote al rostro te dije cuánto te amaba...te apoyaste en mi hombro y mientras eso ocurría, recuerdo haberte dicho que me encantaba tu nariz, que amaba tu cuello, y lo acaricié sosteniendo entre mis dedos aquella delgada cadena de plata que traes casi siempre puesta...te tomé de la mano, y con tus dedos entre los míos, te miré, ahí, recargado en mí, tan incompresiblemente abierto, dulcemente natural, con todo lo que eras, sin aquella rudeza fabricada con la que de a diario me tratabas, tan simplemente tú, conmigo, ahí ambos...
Comprendí entonces, que la vida está llena de tantas cosas: de glorias y derrotas, de cosas importantes y de banalidades, de sueños, de amor, y de la realidad...tú, tenías ya una vida, si bien es cierto no consumada, si con un claro camino...tu novia, tu familia y tu trabajo, marcaban no sólo una ruta definida que habías decidido emprender hacía ya algún tiempo, sino también un derrotero para mí; aún no lo sé, no sé si tú hubieras querido en algún momento renunciar a algo de todo eso que tenías, por “esto” que teníamos, que tendríamos, pero más allá de eso, comprendí entonces que yo no podría exigirte renunciar a la que era tu vida, por mucho que yo lo quisiera, por mucho que estaba seguro, como nunca estuve tan seguro de nada en la vida, de que te amaba y te protegería, en contra de lo que fuera, en frente de quien fuera. Pronuncié entonces las palabras que, ahora te confieso, más me ha costado decir en lo que tengo de vida, y te dije, que lo mejor era que olvidáramos aquello, que solo había sido una confusión, que ahora comprendía tanto de ti, y justo por eso, te amaba más que nunca, te pedí que amaras con todas tus fuerzas a tu novia, que fueras feliz, que yo te seguiría amando siempre, a pesar de todo, y que siempre estaría ahí para apoyarte...me dijiste que estaba bien, te quedaste ahí, y después de un momento, te recargue en mis piernas, donde te quedaste dormido mientras yo te acariciaba el cabello. No recuerdo haber vivido algo tan dulce y amargo, haber sentido algo tan intenso en la vida, pues te tenía en mis brazos, y dormido te veía justo como eras, así sin pretensiones, sin máscaras, estábamos solos los dos, bajo el enorme cielo estrellado, y yo, lloraba, pues estaba tan feliz de que estuvieras, sentía que el universo había creado el mejor momento que pudiera pedir, así sin esperarlo; y estaba devastado, pensando en que aun cuando habías dicho aquello que me movió hasta las entrañas e iluminó mi vida, comprendía lo que implicaba: todas las dificultades, los retos, aquellos demonios que se presentan con solo pensar en esa posibilidad... y justo por ello, no te exigí nada, ni que me amaras, ni que sostuvieras lo que dijiste que sentías, ni que vivieras conmigo: nada, vaya!, hasta renuncié al poder hacer memoria de lo que aconteció.
Comprendí que te amaba, que te amaba demasiado, pues no me interesaban mis pretensiones para contigo (que eran considerables), y sólo me interesó tu bienestar, que fueras feliz...tiritaste entonces, acurrucándote un poco, y yo, te cubrí con mi chamarra, te abracé con fuerza y con cariño, y desee que durara aquel momento para siempre, porque entonces podía mostrarte mi amor, y tú, ese único tú,estabas ahí, confiado en que aquello era seguro, dejándome cuidar de ti.
Pasado un rato, nuestro anfitrión sugirió que nos metiéramos...jeje, te parecerá increíble, sólo hubo un testigo de todo aquello que ocurrió, y fue justo él;cuando me di cuenta de que nos vió, debido a que pasó a nuestro lado para ingresar por mas botellas,se limitó a voltear el rostro; algún tiempo después, me preguntó al respecto, y yo, al encontrarme sorprendido por la pregunta, le respondí, solo con la verdad, él se disculpó por la intromisión y yo lo pasé por alto; él jamás ha dicho nada al respecto. Ante la sugerencia de que entráramos, yo pedí ayuda, pues no podía levantarme y llevarte a dormir adentro...llegó un amigo de ambos, me ayudó a levantarte, y entonces te cargué hasta una habitación que nos facilitaron para que durmieras...te acomodé en la cama, y entonces te quité lo que calzabas(tus botas grises), te coloqué doble almohada y finalmente te arropé...nos retiramos de aquel lugar dejándote dormido, eso desde luego, sin que yo pudiera dejar de estar vigilante, dando constantes vueltas para revisar que no hubieses vomitado, o que despertaras sin saber dónde te encontrabas... así lo hice toda la noche.
Dormí en otra habitación, y para serte franco no pude hacerlo por mucho tiempo, ello a pesar de lo tarde que se terminó la fiesta...aún no amanecía bien, y me levanté, salí a donde habíamos estado aquella noche, y el día era bello, me sentía alegre, lleno de vida, con ganas de todo y no encontrélímites en ninguna parte; me dispuse a limpiar todo el lugar y así lo hice, sostenía una enorme sonrisa en el rostro, pensando que aquello que vivimos había sido solo un sueño, pero sabiendo que aún podía sentir tus besos...escuchaba desde mi celular, una canción, que programé para que sonara de manera repetida hacia el infinito, y sonó, infinitamente el tema “love” de zoé; justo así me sentía entonces.
Te desperté, y antes de hacerlo, pensé en cómo podría lo ocurrido cambiar las cosas entre nosotros, no lo sabía, pero tenía que averiguarlo: te levantaste, y descubrí más tarde ese día tu mirada, aquellos pequeños ojos verdes, me miraban con naturalidad y cariño, o al menos así lo sentí...
Te llevamos hasta tu casa, donde, antes de despedirte, me agradeciste por todo, y yo sonreí, y tú me devolviste la sonrisa...y así concluyó aquel día, aquel día que dices no recordar, y que enciende tu ira cuando lo menciono; ese día, aquella noche, en el umbral de la puerta al final de la escalinata de piedra, tú cambiaste mi vida.